Por: Redacción Reloj Informativo
En los últimos meses, el pueblo dominicano ha sido testigo de una serie de decisiones gubernamentales que han generado descontento y preocupación entre los ciudadanos. Lo que comenzó como una promesa de cambio, ahora se ha transformado en una serie de reformas que parecen cargar aún más sobre los hombros de los dominicanos. Quienes alguna vez apoyaron al actual gobierno, hoy sienten arrepentimiento, al ver cómo se implementan políticas que los afectan directamente.
Una de las medidas más polémicas es la reforma fiscal. El gobierno ha impulsado cambios que implican una mayor carga impositiva para los ciudadanos, en un momento en que la situación económica ya es difícil para muchas familias. Este aumento en los impuestos no solo impacta el bolsillo de los dominicanos, sino que también está generando una creciente sensación de que las autoridades están actuando de manera opaca y sin un diálogo adecuado con la sociedad.
Además, a la par de esta reforma fiscal, se ha estado gestando una peligrosa modificación a la Constitución. La velocidad y el secretismo con el que se están llevando a cabo estas reformas generan sospechas. Todo parece indicar que el gobierno está intentando hacer estos cambios de manera simultánea, con el objetivo de que el pueblo no tenga tiempo suficiente para reaccionar y oponerse de manera efectiva.

Lo que más inquieta a los ciudadanos es la formación que están recibiendo las fuerzas de seguridad del Estado. Se ha reportado que los policías están siendo entrenados para reprimir cualquier tipo de manifestación o descontento social, en lugar de enfocarse en proteger y servir a la ciudadanía. Esto deja una sensación de vulnerabilidad e indefensión entre la población, que teme que cualquier protesta o levantamiento social sea sofocado con violencia.
Este escenario de reformas fiscales, cambios constitucionales y preparación policial para reprimir, dibuja un panorama alarmante para la República Dominicana. Las medidas impopulares, tomadas de forma simultánea, parecen diseñadas para debilitar cualquier resistencia y sofocar cualquier voz disidente.
El pueblo, que votó con esperanza, ahora siente que está siendo traicionado. Las promesas de mejorar la calidad de vida y fortalecer la democracia han quedado eclipsadas por decisiones que solo parecen beneficiar a unos pocos, mientras la mayoría soporta la carga. A medida que avanza el tiempo, la frustración crece y la pregunta es inevitable: ¿hacia dónde nos está llevando este gobierno?
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