Miuris (Nurys) Rivas
Estamos a las puertas de la Navidad, quisiéramos escribir sobre villancicos y la fantasía que produce esta época, no obstante, hay que ser realistas y tocar estos temas a pesar de la angustia que generan.
El pasado mes de noviembre, los periódicos nacionales expusieron este titular: “Director de la Policía pide a delincuentes dejar a la población tranquila o serán enfrentados”, se refería a la ciudad de Santiago.
“Dejen la sociedad trabajadora, honesta y responsable tranquila, porque de lo contrario estaremos dando el frente acá para responderles como ellos le están respondiendo a esos ciudadanos trabajadores de esta gran provincia».
«Estamos dispuestos a darlo todo por ellos, y que estaremos pendiente siempre que sea necesario venir acá a dar la cara con responsabilidad, y hasta orgullo que siento por Santiago”.
La petición, a pesar de ser gentil y educada deja estupefacta a una población que está sintiendo pánico ante los hechos delincuenciales que sacuden al país, Santiago se ha convertido en una ciudad temida por la frecuencia con que acontecen verdaderos hechos de sangre que están conmoviendo a todos los moradores
Evidentemente mayor general, sus sentimientos hacia esta hidalga ciudad son dignos de ser tomados en cuenta, no obstante, los delincuentes no han acatado su llamado.
Prueba de que dicha súplica ha caído al vacío, son las últimas muertes acontecidas en esta Ciudad Corazón, otrora pacífica y apacible, hoy convertida en blanco de los delincuentes, Santiago como bien lo expresa usted, es una provincia de personas trabajadoras y honestas que merecen vivir en paz.
Leyendo cada crónica roja, desatada ya en la calle o en hogares violentados bajo cuyo muros son escenificadas verdaderas escenas dantescas, llegamos a la conclusión de que el país está al borde de la peor crisis delincuencial padecida.
Hace unos días, nos hemos estremecido leyendo la noticia de la muerte de la empleada de una banca de lotería en Santiago que llevando consigo el producto de la venta del día, fue asaltada robándole el dinero que entregaría a su supervisor.
La víctima cayó en una depresión que la empujó a terminar con su vida, imaginemos la angustia de esta familia que pierde quizás, a la única persona que suministraba su sustento.
Es solo un ejemplo de que, a los delincuentes y ladrones no hay que tratarlos con mano suave, a estos delincuentes hay que tratarlos con mano dura sin otorgarles la más mínima consideración.
De que manera puede consolarse a la familia de esta y otras víctimas a los que ha tocado idéntico destino, no hay palabras ni promesas que les devuelva a estas familias a sus seres queridos, el único consuelo si cabe emplear esta palabra, es recibir la satisfacción de que los malhechores han sido capturados y pagarán por sus crímenes.
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