Desde Demi Moore en ‘La teniente O’Neil’ hasta Charlize Theron en ‘Mad Max’ o incluso ‘Mulán’, el corte de pelo drástico tiene significados radicales en la historia del cine
La versión en acción real de Mulán no se limita a fotocopiar la original, sino que la reimagina a su aire. Sin embargo, sí hay una escena repetida: la noche de tormenta en la que Mulán se corta el pelo con dos tajos de una espada. Aquella imagen es la más recordada de la película porque Mulán pertenece a un club, las princesas Disney, donde tradicionalmente solo dejan entrar a chicas con melenas preciosas que requieren horas de cuidados. Al renunciar a su cabello, Mulán se estaba quitando un lastre de encima.

Rapar a las mujeres ha funcionado como maniobra de humillación en todas las guerras. De ahí el impacto de ver a Natalie Portman en V de Vendetta, a Anne Hathaway en Los miserables o a Lena Headey en Juego de tronos siendo despojadas de su feminidad y por tanto neutralizadas como seres humanos. Por eso resulta liberador cuando es la propia mujer quien toma la decisión: Demi Moore en La teniente O’Neil, Jo en Mujercitas (vendía su cabello para ayudar económicamente a su familia en un rito de madurez que horrorizaba a la frívola de su hermana Amy, quien exclamaba: “¡Pero si era tu única belleza!”) o Charlize Theron en Mad Max. Y si no, que se lo digan a Britney Spears, que se rapó sonriendo como si su rebelión fuese parte del espectáculo: ese pelo, al que habían hecho coletitas con pompones, solo le había dado disgustos.
Este año Aves de presa incluía una pelea en la que Harley Quinn le ofrecía a su secuaz un coletero para que repartiese hostias con más comodidad. Y cuando la Okoye de Black Panther tenía una misión en el mundo real y la obligaban a llevar peluca de incógnito, una incomodidad que ella no comprendía, acababa utilizándola como arma arrojadiza contra los malos. Cada movimiento de reivindicación negra ha estado subrayado por la emancipación de los afros o por la renuncia a ponerse peluca: el pelo es a la vez privado y público. Estético y político.
Mulán, no por casualidad, se desprendía de ese estorbo utilizando una espada (un arma de violencia y un instrumento de honor) y acababa salvando China, pero ahora reclamando su feminidad y derrotando al villano, vestida de mujer, con la ayuda de un fular y un abanico. Cuando June se cortaba el pelo en El cuento de la criada, aprovechaba para arrancarse un rastreador que le habían insertado en la oreja: la liberación nunca fue tan literal.